No sé si quien me lee se acuerda de las cosas que ocurrieron en el 2006, pero entre las muchas elijo una que sacudió a mucha gente. El 9 de abril, National Geographic estrenó un documental sobre ?El Evangelio prohibido de Judas?, preguntándose si esta nueva revelación no pondría en tela de juicio las creencias cristianas en general y a la Iglesia católica en particular. Fue encontrado en el año 1978 en Egipto, a orillas del río Nilo, pero pasó por varias manos, hasta que se hizo público aquel fatídico 6 de abril. Revuelo inmediato, conmoción. ¿Un nuevo evangelio?, ¡ay, Dios mío, aquí morimos de mala salud!
El original del texto es de finales del siglo II, pero sabemos que no es cristiano, sino un escrito de sectas gnósticas, cuyas doctrinas rarunas y alejadas de la fe cristiana, saltan a la vista en el texto. Un santo padre del siglo II ya lo estudió a fondo, lo atribuyó a la ?secta de los cainitas?, gentes que rendían culto a Caín, el primer asesino. Los gnósticos creían que el mundo que vivimos es una catástrofe cósmica, y que hay que escapar de la materia como sea, y sólo podremos hacerlo con la adquisición de una conciencia personal nueva, pero sin Dios. Una especie de autosalvación o autoreligión de libro de autoayuda. Vamos, nada nuevo bajo el sol que no supieran ya los estudiosos desde el siglo II de nuestra era. Lo que pasa es que la figura de Judas sigue siendo un enigma y da para mucha novelería.
¿Qué le pasó por dentro? ¿De verdad que treinta monedas de plata valían la vida del Maestro? Poquitos datos tenemos, y hay que leer entre líneas si queremos asomarnos al abismo de su conciencia. Da la impresión de que entró en el barro y le fallaron las ruedas del coche, y de allí no salió. Es decir, la mente le hizo trampas. Creía quizás que Jesús iba a ser el político que cambiaría las cosas temporales. El ?hombre fuerte?, como se dice en él lenguaje de nuestro tiempo, que expulsaría de una vez a los romanos. O quizá no llegó a entender la intimidad que el Señor pedía a los suyos, un atrevimiento que le llegaría a parecer corrosivo, como si aquel genio de las multitudes le fuera a robar su intimidad y su libertad. El problema quizá estuviera en que su corazón no tenía el tamaño del corazón de los niños, la ausencia de una sencillez profunda le dejó desvalido y solo. Sólo quién es sólido como la materia que habita en el interior de los niños, puede acercarse al Maestro.
A Judas le pudo pasar lo que a un enfermo obsesivo compulsivo a quien veo habitualmente. El pobre no sabe encontrar la puerta de salida de sus obsesiones. Ayer le puse un ejemplo para que la imagen pudiera echarle un capote, ?mira, en el fondo te has pertrechado con el instrumental de quien quiere destruir un muro de contención de cemento, y tienes taladradora, grúa con piedra de demolición, artefactos de destrucción masiva? pero no ves que tu problema es una burbuja de jabón muy pequeña, y sólo tienes que soplar. La mentira que te bloquea te ha hecho complejo, pero la verdad que no ves sólo te pide sencillez?.
Nos ocurre a todos, sanos y enfermos. Hacemos todo más difícil, no usamos bien la cabeza y al final tragamos con las mentiras que producimos. Judas se hizo un lío y pensaba que él mismo saldría, y no pudo.
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