“Ángel de la guarda,
Dulce compañía,
No me desampares ni de noche ni de día,
No me dejes sólo,
Pues sin ti me perdería.”
¿Quién no recuerda esta hermosa oración tradicionalmente enseñada por los padres a sus hijos? Pero lejos de ser una idea meramente hermosa y espiritual, la existencia de un santo ángel custodio que nos cuida desde la concepción hasta más allá de la muerte es una verdad de fe.
Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 328, agregando además que son seres espirituales e inmortales con voluntad e inteligencia que se encargan de servir a Dios, por eso un ángel guardián jamás inspirará en nuestra vida una acción que vaya en contra de la voluntad de Dios.
Su centro es Cristo, el hijo de Dios, así lo podemos constatar en su nacimiento cuando los ángeles lo anuncian a los humildes pastores (Lc 2, 8-14), cuando lo ayudan luego de ser tentado en el desierto (Mt 4, 11) y en su pasión (Lc 22, 43), entre otros episodios; y su ayuda poderosa y misteriosa ha estado presente a lo largo de la historia de la salvación y de la Iglesia.
San Bernardo (como muchos otros santos) nos da algunos consejos para llevar una buena relación con nuestro ángel custodio:
“Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).”
Los Santos Ángeles Custodios son titulares de nuestra parroquia desde el año 1885 y su fiesta la celebramos cada 2 de octubre.
Con información de: Catecismo de la Iglesia Católica, Catholic.net, EWTN.com.
Gabriel Ceballos
Gc4ceballos@gmail.com